En el siglo XIX dos grandes pensadores ilustres, entre otros grandes de suépoca, destacaron por lanzar sus propuestas evolucionistas Lamarck y Darwin. Sibien el primero defendía una herencia de caracteres adquiridos, el otrodefendía una herencia basada en la supervivencia del más apto por selecciónnatural.

Lo que es obvio es que ningún ser vivo escapa a la influencia del ambiente.Ambiente externo y ambiente interno, fisiológicamente hablando. Desde un puntode vista evolutivo- y por tanto “vital”- tan importante es sobrevivir a lapresión ambiental, al estado cambiante de las circunstancias, adaptarnos aellas y por ende sobrevivir a lo adverso, como superar los retos que nuestrafisiología nos impone para vivir nuestro día a día. Lamarck y Darwin estabanmás cerca de que lo que creían, y quizá el matiz reside en qué foco de atenciónnos fijamos o mejor dicho cuál es la magnitud de nuestro análisis. Así pues,los mecanismos epigenéticos subyacen en un nivel molecular de programación yexpresión de genes, y en otro nivel, la fisiología marca nuestro ritmo deadaptación interno, hasta tal punto que podemos llegar a fracasar en nuestrointento de mantener el ritmo y hacer que lleguemos incluso a enfermar. También estamosdescubriendo que nuestros pequeños compañeros de viaje, los microorganismos quecomponen la microbiota, y nuestra relación “micro-ambiental” con ellos, esclave en la fisiología y salud del ser humano.